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PRIMERA NOVELA ARGENTINA DE TAI CHI CHUAN "Los trece maestros" 02/12/2019 - En la tarde de ayer, Francisco Varone y Fernando Fabris fueron convocados para presentar el libro “Los Trece Maestros”, novela escrita por Hernán Haedo y Francisco Clemares. La historia está protagonizada por un estudiante de Tai Chi, que transita su camino desde principiante hasta instructor, aprendiendo de distintos Maestros en Argentina. Escrito con un lenguaje sencillo, fácil de leer, con mucho humor, y con muchos tips sobre esta disciplina que los lectores practicantes van a saber agradecer. Se suman el detalle insólito, el humor, lo gracioso y satírico, la observación crítica de la vida cotidiana y la fuerza con que aparecen los desenlaces claves. |
EMBLEMA DEL BARRIO
Nombre dado por Ordenanza N° 26.607, Boletín Municipal 14.288 del 04/05/1972. Límites: Av. Juan B. Alberdi, Escalada, Av. Castañares, Lacarra, Av Tte. Gral. Luis J. Dellepiane, Portela, Av. Directorio y Mariano Acosta. Población total: 54.191 Hombres: 25.484 Mujeres: 28.707 Superficie: 5,1 Km2 Densidad poblacional: 10.614 Hab/km2 (Censo del 1º de julio de 2001 ) |
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La presentación de “Los Trece Maestros”, primera novela argentina de Tai Chi Chuan de autoría de Hernán Haedo y Francisco Clemares, de la Escuela “Ma Tsun Kuen”, estuvo a cargo de dos ex alumnos: Fernando Fabris, doctor en Psicología, Investigador incansable de la obra de Pichón Riviere y Francisco “Pancho” Varone, director y guionista de Cine, autor entre otras de “Camino a la Paz”, su opera prima. El evento se llevó a cabo la sede Palermo de la Escuela Ma Tsun Kuen. Pancho Varone comenzó hablando de su vivencia sobre la lectura de la novela. Revela que lo primero que le pasó fue que tuvo ganas de volver a practicar. Con una sonrisa en los labios, contaba que, en su tránsito por las páginas, reconocía las distintas herramientas de Tai Chi, como los tai chi saos, las formas , la espada y le surgían ganas de volver a experimentarlas. Lo resumía diciendo que, en el libro, hay como un “volver a la fuente”, un recuperar esa pasión que lo hacía agarrar la bicicleta para llegar a las ocho de la mañana a la clase y permanecer allí dos horas practicando. Destaca la simpleza, el humor y lo accesible, como virtudes, envolviendo algo que es más profundo: “las páginas pasaban y las iba subrayando sin saber exactamente por qué lo hacía. Tal vez rescatando conocimientos”. También contó, como nota risueña que, pese a haberse alejado de la práctica regular, hace algún tiempo le dijeron que cuando bailaba parecía que hacía pasos de “Tai Chi”. O como cuando hace poco, le quisieron hacer un chiste tocando su cabeza sorpresivamente desde atrás y, su reacción inmediata, fue la de darse vuelta y ponerse en guardia, con un gesto aprendido en la Escuela. Resumiendo, expresa que las peripecias que atraviesa el protagonista son una excusa muy válida para descubrir el Tai Chi Chuan, y que en la lectura del libro percibe que, toda la experiencia de los años de práctica de los autores, están volcadas en sus páginas, de un libro que no es hermético, que está escrito con conocimiento, con humor y lo recomienda ampliamente a los que han practicado Tai Chi y a los que no. “Algunos llegan al Tai Chi porque les duele la espalda, o porque les han dicho que hace bien para otra cosa y, en algún momento del tránsito, tal vez descubra, que se conoce más a sí mismo y eso, a mí me parece que, en la escala de las cosas que se pueden hacer en la vida, está muy arriba en el ranking y, para el que llega a esta Escuela Ma Tsun Kuen, con ganas, aquí está ese espacio”. Fernando Fabris está muy acostumbrado a presentar libros, pero nunca hubo uno de Tai Chi y, destaca, que para él es un honor hacerlo por la calidad del texto, ya que han escrito una gran historia. “El Tai Chi es una materia paradojal” y es cierto, dice Fabris: “la respiración es inversa, la contracción es excéntrica, la expansión receptiva, se invierte en pérdida, con el que se combate se busca no perder el contacto, el gran esfuerzo es no hacer fuerza”… “La paradoja es lo aparentemente irreconciliable, de lo que está lleno el pensamiento chino, que está bueno vincularlo al taoísmo, y que está bueno relacionarlo con otras formas de dialéctica antigua, Heráclito, Lao Tsé, y de la cultura cotidiana, ya que otra gran virtud que tiene el libro es que mete el Tai Chi en medio de Argentina, porque todos los que hemos practicado Tai Chi, supusimos, durante un tiempo, que teníamos que convertirnos en algo que no era propio de nuestra cultura”. En el primer capítulo muestra la enorme cantidad de razones que hay para no hacer Tai Chi, dice Fabris. Todas las cosas que se te cruzan en la vida y que son más importantes, urgentes, llamativas, interesantes, en vez de meterse a practicar y entrar en contacto con uno mismo. Contado al límite de un humor muy atractivo, es la historia de un principiante que se va convirtiendo en instructor, y que es derivado por su propio Maestro, Shin, a otros Maestros con los que va aprendiendo. Aprende cosas distintas, con ese estilo paradójico del taoísmo, donde no se empieza con la frase para experimentar las consecuencias, sino que primero se viven las consecuencias y luego de pone la frase: “primero no lo encontrás varias veces al maestro y luego aprendés lo que es saber esperar”. Es muy divertido, porque uno experimenta en la lectura del libro lo que tenés que pasar para aprender ciertas cosas, aunque sea la historia de otro. Empieza la novela diciendo: “uno creería que la elección de la práctica del Tai Chi Chuan tiene que ver con motivos nobles y fines espirituales, pero en el libro se encuentran situaciones muy cómicas, en un lenguaje muy argentino y también taoísta”. En este libro se aprenden un montón de cosas muy útiles para los que estudian Tai Chi, que te las recuerda, en realidad: “ La atención no controla ni vigila ni ata, sino que suelta y permite que el cuerpo, todas sus partes y también la sensibilidad, se acomoden con armonía a la acción y al cuerpo del otro”. “Luego aparece el primer combate en un torneo: el miedo, la gloria y, algo que me gustó por mi profesión de psicólogo”, continúa Fabris, “es que todo acto externo sobre el mundo tiene una conmoción en el mundo interno”. Fabris agrega luego: “Este libro también ayuda a poner, en blanco sobre negro, negro sobre blanco, todo lo que le pasa a alguien que practica Tai Chi, y que en los libros no figura mucho, figura, sí, filosóficamente, pero no problemáticas concretas”. Por el segundo capítulo transcurren los Maestros que enseñan a través de experiencias: “invertir en pérdidas puede traer grandes ganancias” dice el maestro. El tercer capítulo es impresionante porque el eje es no oponer la fuerza a la del contrincante. Otro alumno hace algo que no está permitido, algo que se nombra al principio de la novela, pero que aún no estaba presente y del que sin quererlo hace depositario al protagonista del libro, lo cual se transforma en una carga, pero también en una gran oportunidad. Y por fin, el último capítulo, que resuelve la historia: “que a lo largo del libro se muestra como muy precisa, muy detallada, muy amorosa y con unos momentos de humor impresionantes. No he sabido de un libro de Tai Chi, en el que te diviertas tanto. Los autores son dos “antropólogos”, dos observadores de la vida cotidiana, increíbles, ven cosas y detalles que no ve nadie. Se suman el detalle insólito, el humor, lo gracioso y satírico, la observación crítica de la vida cotidiana y la fuerza con que aparecen los desenlaces claves”. Cierra su exposición Fabris diciendo: “Creo que es un gran libro”. A continuación, Francisco Clemares y Hernán Haedo, agradecieron la valiosa devolución de los presentadores y narraron cómo comenzó a gestarse la idea de escribir este libro. Cuentan que un día Hernán le pasó el libro “Los siete maestros taoístas” y, un tiempo después, decidieron escribir un libro que hiciera lo mismo con Maestros de Tai Chi Chuan. Cuenta Haedo, “Al principio escribíamos por mail, hasta que un día, al maestro se le ocurre seguirlo de una manera más formal, entonces comenzamos a encontrarnos en el bar de la esquina, una vez por semana.” Escribir este libro les llevó alrededor de ocho años. Con el paso del tiempo dejaron el bar y pasaron a reunirse directamente en la Escuela, una vez por semana. Haedo: “y en la mitad de cada encuentro, el maestro se hartaba y decía: -Vamos a practicar”. Y así me empezó a enseñar la forma de espada, que dura dos minutos, ¡y me llevó más o menos siete años aprenderla!” Fue entonces cuando me di cuenta que el maestro (Francisco Clemares) quería decir algo de verdad. Que había alguien que llegaba a la escuela, y que empezaba a aprender, y que se hartaba y se quería ir, y que le pasaba todo lo que nos pasa a los que aprendemos Tai Chi. Él tenía un plan y una vez que me di cuenta fue mucho más fácil escribirlo”. Haedo lee una cita, en la cual uno de los Maestros, un maestro muy simpático, y de extraña apariencia, le está explicando el significado de los nombres y le dice al protagonista: “apuesto a que ignoraba todo esto, y precisamente por eso se lo cuento, para que advierta que hay más cosas en el cielo y en la tierra de las que usted se imaginaba con su filosofía, muchacho”. Una revelación que puede hacer alguien que es un Maestro, porque, lo que está diciendo en realidad, es: “muchacho, en el Tai Chi, hay más cosas de las que vos te imaginás” y “muchacho, siempre habrá algo más para aprender en el Tai Chi”. Francisco Clemares, habló del Maestro Ma, fundador de la Escuela Ma Tsun Kuen, resaltando la curiosidad de que no conoció a casi ninguno de los que están actualmente en la Escuela, lo que hace pensar que el conocimiento se transmite más allá de las figuras personales. “Muy pocos de los que estamos acá conocieron al Maestro Ma, que falleció en el 93, yo lo vi muy poquito de lejos, un señor mayor con rasgos orientales”. Y, reveló Clemares, que junto con Luciano Casalla, otro alumno de la Escuela, están haciendo desde hace algunos años, un documental sobre la historia de la Escuela y por lo tanto del Maestro Ma, y su paso por la Argentina. Lo que cuenta Hernán sobre la forma de espada, dice Clemares, “tiene que ver con que en un momento del cuento, en que el protagonista se pone a aprender el manejo de la espada, quería que lo escribiéramos no desde el intelecto sino desde el cuerpo, desde la experiencia corporal. Porque en un momento de la novela el Maestro le dice que: antes de aprender a mover la espada tiene que aprender a dejarla quieta, y fue por eso que practicamos mucho para que Hernán supiera de qué estábamos hablando cuando escribíamos sobre la espada”. También el libro toca el tema de la locura. El extremo de la pasión en la práctica. A veces sucede que te embalás y estás “recopado”. Queríamos describir ese momento que casi todos hemos tenido, en el cual te metés tanto en la práctica que no comés, o no salís, o hacés mil veces el mismo movimiento o la misma forma, y hacés cosas que el que mira de afuera piensa que estás loco. Al final de la presentación llegaron los agradecimientos: A Sergio Herchcovichz por sus orientaciones en la edición A la Escuela Ma Tsun Kuen por ser la fuente de inspiración A Pancho Varone y A Fernando Fabris, por sus aportes en la construcción de la obra y por sus presentaciones Y especialmente a sus esposas por no haber cambiado las cerraduras de las casas. |
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