“¿Ya se tomaron la presión?”, pregunta Silvana antes de darle play a la música para empezar con la entrada en calor. Dos chicas se acercan y consultan si pueden sumarse a la actividad “para probar”. Con el visto bueno de la profe, que les entrega una ficha de salud para que completen con sus datos personales (también será requisito presentar un apto físico), arranca la rutina que dura una hora y media.

Pese al cansancio, las sonrisas no desaparecen y el bienestar se percibe entre todas las presentes. “Vengo cinco veces por semana a hacer gimnasia al parque. El trabajo físico es fundamental y lo que aporta en lo social es bárbaro”, dice Viviana (53), vecina del barrio. “Los profes son divinos, hay mucha energía y vitalidad, y sobre todo buena onda y buen clima”, destaca.

Después de un breve descanso para tomar agua llega el turno de agarrar las colchonetas para seguir ejercitando los músculos. Héctor (52), un correntino que hace dos años se incorporó al grupo junto con su señora, cuenta los beneficios de hacer deporte antes de encarar la serie de abdominales: “Siempre hice actividad física, pero nunca con un profesor. Es importante ocuparse de la salud, sobre todo en estos tiempos que se sufre mucho estrés”.

Lina Ortega (70) se presenta como una de las pioneras de la actividad en las plazas y parques, ya que desde 2001 concurre a las clases de gimnasia en el Parque Chacabuco. “Gracias al programa empecé a participar primero en maratones y después en caminatas”, comenta. “Yo vengo destruida y me voy feliz”, la interrumpe una de sus compañeras, resaltando las virtudes de estas jornadas al aire libre. Graciela Graziano (55), otra de las habitué de las clases, también demuestra su alegría: “Desde que empecé a venir a las clases bajé 26 kilos”, confiesa.