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el problema de las vacantes en la ciudad Aulas contenedoras y no containers 02/02/2014 - El problema de la falta vacantes en la ciudad de Buenos Aires no es nuevo. Desde hace años la Defensoría porteña viene denunciando este déficit que atenta contra el derecho a estudiar. La ley 898 justamente habla de la enseñanza obligatoria desde los 5 años. Esto obliga al estado a garantizar las condiciones necesarias como para que todos los niños de nuestra ciudad tengan acceso a este derecho. El nuevo sistema de inscripción online "ayudó" a complicar más las cosas, entorpeciendo lo que antes era sencillo. Ahora se suma a este escenario la compra de "aulas modulares". Una docente de barrio, Patricia Guijarrubia, reflexiona y opina. |
EMBLEMA DEL BARRIO
Nombre dado por Ordenanza N° 26.607, Boletín Municipal 14.288 del 04/05/1972. Límites: Av. Juan B. Alberdi, Escalada, Av. Castañares, Lacarra, Av Tte. Gral. Luis J. Dellepiane, Portela, Av. Directorio y Mariano Acosta. Población total: 54.191 Hombres: 25.484 Mujeres: 28.707 Superficie: 5,1 Km2 Densidad poblacional: 10.614 Hab/km2 (Censo del 1º de julio de 2001 ) |
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El gobierno porteño busca instalar aulas modulares. El espacio donde se aprende, convertido en lugar donde se apila y deposita. Este quizá podría ser el resumen perfecto de la nota publicada por Patricia Guijarrubia, docente del barrio, en las páginas del diario Tiempo Argentino. Es intención de esta redacción publicarla textual... "En los casi 30 años que llevo en las aulas, encontré muchos adjetivos acompañando esta palabra. Aulas pequeñas o grandes, oscuras o luminosas, cuidadas o destruidas, limpias o sucias, espaciosas, coloridas, pintadas o despintadas, frescas o calurosas, ventiladas o con escasa circulación de aire. Todas características que aluden principalmente al espacio físico. Si se enfocan otras dimensiones, las características pueden variar también: aulas homogéneas o heterogéneas, conductistas o constructivistas, colectivas o individualistas, memorísticas o comprensivas, abiertas o cerradas a la comunidad, inclusivas o expulsoras, solidarias o competitivas. Pero nunca había escuchado hablar de aulas modulares o de containers donde pudieran ubicarse (o apilarse) a niños y niñas para vincularse en el preciado, necesario y vital acto de aprender y enseñar. Aulas modulares, containers para tapar la desidia de una gestión que continúa deliberadamente destruyendo la educación pública. Para ocultar la superficialidad de la gestión, para abordar el problema de las vacantes como llenando el mar con vasitos plegables, aquellos que usábamos en los recreos de nuestra escuela primaria. Posiblemente, aulas modulares coloridas, primando el amarillo, con algunos ventiladores o quizás un aire acondicionado (especialmente en el aula container donde se fotografíe el jefe de gobierno el primer día de clase, junto a algún directivo funcional). Siempre soluciones espúreas, superficiales, de emergencia o persiguiendo las falsas bondades del marketing, con la consabida erogación de millones que pagamos todos, como el gasto de la fracasada inscripción online. En educación, los números algunas veces no son matemáticos. Cuarenta alumnos por aula modular, 30 aulas modulares: el resultado es simplemente barbaridad, falta de planificación, concepción deshumanizante y mercantilista de la educación. Quien realice ese cálculo nunca pisó un aula, desconoce que cada niño y cada niña son un mundo, piensan, hablan, sienten, se emocionan, escuchan, escriben, dibujan, tienen una historia y una identidad. Son sujetos de derecho. Las aulas deben ser contenedoras y no contenedores. Las aulas son espacios para aprender y enseñar. No para guardar, apilar o depositar. Las aulas son lugares de libertad. No lugares de encierro. Las aulas son lugares para habitar y para crecer cada mañana o cada tarde o cada jornada, y también lugares para jugar. Sinceramente, no me sorprende este manotón amarillo de ahogado. Sí me indigna, pero esa indignación deja paso a la esperanza. Padres, alumnos docentes, periodistas, legisladores, comuneros, unidos lograremos desenmascarar la destrucción cotidiana y sistemática de la educación pública, podremos derribar la coraza mediática de esta gestión destructora, denunciándola, pero también anunciando que otra educación ya es posible. Para ello, debemos exigir que el presupuesto educativo de la Ciudad de Buenos Aires se incremente y se ejecute en su totalidad. Es necesario planificar participativa y multiactoralmente, evaluar y priorizar la inversión en la educación en la Ciudad. Patricia Guijarrubia Fuente: Diario Tiempo Argentino - Foto: Wordpress |
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